Día del Abogado
Hoy se celebra
el Día del Abogado, en conmemoración por el natalicio de
Juan Bautista Alberdi, ocurrido el 29 de agosto de 1810.
Alberdi fue uno de los más lúcidos pensadores
argentinos, autor de las “Bases y puntos de partida para
la organización política de la Confederación Argentina”,
que se tuvo particularmente en cuenta al sancionarse la
Constitución Nacional de 1853. |
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Resulta curioso, sin embargo, saber que Alberdi nunca ejerció la
profesión de letrado en nuestro país.
Aunque vivió gran parte de su vida fuera de la Argentina, dejó
grandes lecciones de civismo y jurisprudencia, además de ser un
acérrimo defensor de la paz y el sistema republicano. Diseñó con
sus ideas un modelo de país sobre el respeto de los derechos
individuales, principios que fueron tenidos en cuenta para la
cimentación del país en que hoy habitamos.
Diseñó la arquitectura constitucional de la República y exaltó
la armonía entre las naciones. Y dejó a los abogados la mejor de
las lecciones: defendió la paz y el sistema republicano, aún al
costo de sufrir en carne propia el destierro y las
persecuciones.
Un abogado es en esencia
un consejero en materia jurídica, y un buen consejo es de las
acciones mas valiosas que uno pueda recibir en momentos claves;
de allí la grandeza de esta noble profesión. Un abogado decidió
en alguna etapa de su vida nutrirse del conocimiento necesario
para defender al prójimo, sea como sea, cualquiera sea su
situación, para que ese individuo reciba justicia de la mejor
manera posible, lo que constituye en si mismo un camino de vida
difícil de transitar e interminable de comprender, por eso nos
parece oportuno saludar muy especialmente en su día a
todos los abogados de Aldo Bonzi y muy particularmente a los que
conocemos que de alguna manera son amigos de esta redacción:
Dr.
Rubén Darío Ponsiani
Dra.
Olga Mirta Pestrin
Dr.
Mario Justo Erranti
Por ultimo un chiste de
abogados (con onda, no me demanden por esto...):
Un abogado se muere y se
va al cielo, llega y toca la puerta. En eso sale San Pedro y le
dice:
- ¿Tu quién eres?
- Yo soy abogado y bueno pues me han mandado al cielo. -responde
al abogado. - No, no! tu no puedes entrar acá.
- ¿Pero como que no puedo entrar?, ¿tu quién eres para decirme
que no puedo entrar?
- ¿Cómo?!... yo soy San pedro, el que decide si entrás o no.
- A ver, ¿dónde está tu título que dice que eres San pedro el
único que puede dejar o no entrar al cielo?
- Un ratito. -le dice y se va corriendo a buscar a Jesús y le
cuenta pues que en la puerta había un abogado que quería entrar
al cielo y que como él no quería entonces le había pedido su
título que por favor salga. Entonces sale Jesús:
- Bueno hombre al parecer tú no puedes entrar al cielo porque
estamos llenos de abogados y ya... ya no pues.
- ¿Cómo que no hay sitio, tu quién eres para que no me dejes
entrar?
- Yo soy Jesús el hijo de Dios y te digo que ya no puedes entrar
al cielo.
- ¿Cómo que hijo de Dios? ¿cuál Dios?, haber enséñame tu partida
de nacimiento, ¿dónde dice que eres el hijo de Dios?
Entonces Jesús va a buscar a Dios...
- Pa, pa... allá afuera hay un abogado que quiere entrar al
cielo, primero le pidió su título a San Pedro, luego me pidió
partida de nacimiento para ver si soy hijo de Dios... ¿qué hago?
- Ya, ya, ya... déjalo entrar nomás, no vaya ser que me pida
partida de matrimonio y me caga.
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