Son “Los Cirujas” o la Asociación
Civil “Los Cirujas”, tal cual su nombre legal. El
proyecto nació en 1996 por iniciativa de técnicos de
Prohuerta, para socializar experiencias y mejorar
las capacidades productivas de las huertas, pero con
el tiempo se abrieron un abanico de actividades en
diferentes ámbitos que llevaron a diversas
instancias de participación.
Gonzalo Pares, es uno de los
profesionales que impulsó y acompañó el proceso
desde el comienzo: “Los Cirujas son un elemento que
aglutinó gente de militancia de base y otros para
los que fue su primera experiencia de participación.
Hay una mezcla de distintos grupos políticos y
religiosos que encontraron puntos en común mas allá
de las diferencias”
La experiencia de Los Cirujas es
una búsqueda por romper el aislamiento y apoyar el
camino de la organización comunitaria. El trabajo
multidisciplinario de los técnicos complementa
miradas y, además, se logra un proceso de
participación social donde la gente puede decidir en
colectivo.
Según el relato de algunos de sus
integrantes, la propia presidenta de la asociación
Olga Deinaso (a corroborar) recuperó la capacidad de
hablar, en el grupo. Había quedado muda,
literalmente, durante la dictadura y empezó a
largarse a partir de las reuniones.
Hoy, Los Cirujas son alrededor de
30 personas en los barrios vinculados con alrededor
de 400 a 500 huertas del partido de La Matanza, en
el conurbano bonaerense, que interactúan en diversas
actividades. Integrantes de los Cirujas trabajan con
la Dirección Nacional de Juventud (DINAJU), en
capacitación para jóvenes en huerta orgánica,
conservas, herrería, y talleres de computación. Otro
grupo trabaja en granja, otro con lombricultura.
También participan en un proyecto de prevención de
HIV y de las Escuelas de Ciudadanía con la
organización Nueva Tierra. Además integran la Mesa
Regional Buenos Aires de la Asociación de
Productores Familiares, y el Foro de Agricultura
Familiar.
En la organización hay trabajo de
conservas, huerta, lombricultura, producción de
conejos, cursos de capacitación y, además,
comenzaron a fabricar herramientas propias. De
algunos proyectos queda un rédito económico, pero
hay lazos y cuestiones que los juntan más allá de lo
económico y lo productivo. Y a su vez, la
interacción social les permite hacer innovaciones
técnicas en lo productivo. Los integrantes de la
asociación reconocen que los crecimientos
productivos se dieron debido a la fortaleza del
grupo.
En lo económico, la organización
intenta sostener lo que es de todos, como la luz de
la granja, los servicios de un contador, etc. Además
hay una cuota social de 1 peso y todas las
actividades en las que ingresa dinero aportan un
porcentaje para la vida de la asociación civil. Las
decisiones se toman en asamblea, donde se discute y
se generan ideas comunes y acuerdos de trabajo.
La labor de Los Cirujas, de
permanente articulación, los lleva tener un mapa de
relaciones intrincado y enriquecedor. A lo largo de
estos años establecieron procesos de trabajo con
organizaciones de otros barrios como una cooperativa
de conejos en la localidad de Cañuelas.
Su trabajo vincular los llevó,
además, a articular acciones con la Universidad de
La Matanza, con la carrera de Trabajo Social y con
la de Comunicación, con la que armaron un video
institucional. También gestionan proyectos con el
municipio, el gobierno provincial, el Prohuerta y el
Ministerio de Desarrollo Social de la Nación.
La mayoría de “Los Cirujas” son
personas con serias dificultades económicas “vienen
de estar muy en el fondo y este grupo genera mucho
encuentro”.
Para los integrantes de “Los
Cirujas” la importancia de la organización radica en
el trabajo en grupo. “El reconocimiento del otro es
importante desde lo personal y desde lo grupal, pero
como gente de carne y hueso, porque no somos la
perla de la organización social, tenemos problemas
como todos, pero es muy importante el reconocimiento
de los compañeros, de las instituciones y también de
otras organizaciones”.