El país padecía los años de plomo. La primavera sólo estaba en
el almanaque. El clima
político y social era gélido. La muerte andaba suelta y la vida
estaba abaratada por el terrorismo de estado. La cacería de lo
que el poder estimaba subversivo estaba como el objetivo de
primer orden.
El General Ibérico Saint Jean, Gobernador de la Provincia de
Buenos Aires en Mayo de 1977, lo sintetizó con su sinceridad
brutal: “Primero mataremos a todos los subversivos, luego a sus
colaboradores, después a los simpatizantes, luego a los
indiferentes; y por último a los tímidos”
El 16 de septiembre de 1976, en la Plata, se iba a consumar “ La
noche de los lápices”.
Los adolescentes, que el año anterior habían obtenido el boleto
estudiantil gratuito, después de una larga lucha, iban a ser las
víctimas de esa noche siniestra.
La mayoría de ellos eran militantes políticos de la organización
peronista Unión de Estudiantes Secundarios. Pablo Díaz, uno de
los sobrevivientes pertenecía a la Juventud Guevarista del
Partido Revolucionario de los Trabajadores.
Los asesinaron cuando recién ingresaban a la adolescencia.
Conocieron el horror infinito en un tiempo de desprecio. A más
de treinta años de que los lápices dejaran de escribir, María
Claudia Falcone es el nombre de la Escuela Media Municipal
número 7 de Palermo. Otro colegio, el número 12 de Gonnet,
llevará el nombre de Horacio Ungaro, ahí donde acunó sus sueños.
Y todos los 16 de septiembre, miles y miles de estudiantes
recorren las calles recordando a aquellos jóvenes. Los que
militaban por una sociedad más justa. Los que libraron la lucha
por el boleto estudiantil. En estos jóvenes secundarios con
inquietudes distintas, acorde a un tiempo histórico diferente,
que caminan recordando a sus predecesores de hace tres décadas,
está la continuidad de una historia inconclusa.
Dos símbolos: María Claudia Falcone y Pablo Díaz
María Claudia Falcone, fue una protagonista fundamental en la
lucha por el boleto estudiantil. Los que la conocieron, cuentan
que era abanderada y estudiante de Bellas Artes. Le tocó vivir
en un período histórico en el cual “ cambiar el mundo “ era una
mandato y la solidaridad un pasaporte.
Tenía 16 años y un equipaje de sueños. Quería que todos tuvieran
para comer y un lugar donde vivir. Junto al sobreviviente Pablo
Díaz, cuidaron embarazadas secuestradas en el “ Pozo de Banfield
“. María Claudia había sido salvajemente torturada y vejada en
el “Pozo de Arana “. Cuando tuvo la convicción que no llegaría a
los 17 años, le dijo a Pablo “Cada 31 de diciembre levantá la
copa por mí “En ese “tiempo de desprecio “un boleto estudiantil,
la militancia política y social, podían ser un pasaje a la
muerte, previo paso por el infierno del horror.
Pablo Díaz cuyo testimonio ha sido fundamental ha dicho: “En
Banfield ellos me gritaban que no los olvide, y que los recuerde
siempre. Como sobreviviente, yo respondo a eso”.
Mientras a los pibes la memoria les movilice los pies, Daniel,
Francisco, María Clara, Horacio, María Claudia, Claudio,
seguirán vivos en el recuerdo. Y los Lápices seguirán
escribiendo utopías para acercar el horizonte. |